lunes, 1 de junio de 2015

UN DUELO LITERARIO



Este mes de mayo, encontrándome en París, revisando las páginas de “París no se acaba nunca” fui un día con mi amiga Myriam a Nantes, en el TGV, con la intención de asistir a una conferencia sobre la posibilidad de vengarse de las páginas que te han transformado irremediablemente. 

Los libros… Ese conjunto de personajes, livianos entre lo real y lo que es real en nuestra irremediable irrealidad -si real es un calificativo que signifique alguna cosa, en cualquier caso-; que no dejan de deslizarse despacio por las ranuras de nuestros pensamientos y nos acaban manipulando a su antojo, hasta el punto de obligarnos a amordazar nuestros propios impulsos, me la acababan de jugar una vez más. De nuevo no sabía si se trataba de luz o de claridad, pero juraría que Myriam había tecleado que su adorado Enrique -a quien me había descubierto no hacía mucho tiempo, con un libro que ella misma me había prestado de su biblioteca particular- contaba en el nuevo libro que ahora ella devoraba una estancia en Nantes.

Esa sensación de marioneta raquítica. La sensación de que alguien más allá de ti movía sus dedos para confirmar, balbuceante y algo desconcertada, que -por alguna extraña coincidencia del destino- tú estabas leyendo tu último regalo de Sant Jordi que te había obsequiado un amigo que nada tenía que ver con esta historia, y en él, el tal Enrique también relataba su viaje a Nantes, esta vez a hablar sobre la ironía. 

Irónicamente, Myriam seguía escribiendo: Y, a finales de Mayo, un tal Enrique Vila-Matas da una charla en Nantes. ¿Compra? Compra. No hubo más que hablar. Eramos presa del destino, de un destino liderado por libros caprichosos y amenazantes que nos usaban a su antojo. Ahora éramos nosotras, esos dos monigotes, los que tomaban el tren del 29 de Mayo rumbo a Nantes, a ver al tal Enrique y sus páginas traicioneras.

Malditos libros manipuladores. Habían conseguido su objetivo: ser parte de una historia más compleja donde ellos -con su afán de protagonismo- estaban englobados. En los que, secundariamente, Enrique, Myriam y yo misma tomábamos trenes a Nantes para asistir a conferencias donde se hablaban de un libro en el que unos libros grandilocuentes y engreídos convencían a dos chicas para asistir a una conferencia en Nantes de un tal Enrique Vila… Demasiado borgiano para mi gusto, tengo que decir.

Sin embargo, aquí estamos. Enrique, Myriam y yo misma. En Nantes. ¿Libros asesinos? Puede. ¿Asesinas ilustradas? Nadie te ha dado vela en este entierro. No quieras participar en esta juerga. Ahora tú, tan sólo dinos cómo piensas bautizar a esta nueva criatura.



Dedicado, con todo nuestro cariño, a "... ¿Enrique?..." y todos esos libros que nos han perseguido hasta la saciedad. Un besazo desde aquí, Myriam, y gracias por este fantástico viaje de groupies literarios que nos hemos marcado.

No hay comentarios:

Publicar un comentario