jueves, 14 de febrero de 2013

ROJOS



Cómo pasa el tiempo.. Ya volvemos a estar en la puertas del día oficial –desde los últimos veinte años- del amor. Cómo sabéis, suelo dedicarle siempre unas líneas, más bien tirando hacia otras direcciones y este año no voy a ser menos.

Y es que cuanto más años pasan, más convencida estoy de que esa cosa difusa que llamamos amor, si bien puede darse de manera puntual, no deja de ser una irrealidad cuando se le contempla a largo plazo. Existe el costumbrismo, la paciencia, la generosidad e, incluso, el altruismo. Pero a la hora de la verdad, el amor incondicional a alguien externo nuestro para siempre nunca dejará de estar al otro lado del espejo.

Bien, pero ¿qué más da?. Al fin y al cabo, si cada uno es honesto consigo mismo, debería poder definir su propia declaración coherente a sus medidas. Si, al fin y al cabo, logramos obtener lo que esperamos de cualquier cosa en la vida, podemos darnos por satisfechos.

Amarrar el amor al sexo ha sido una de las ocurrencias más extravagantes del Creador. Y después piensa esto también: La única manera de salvar el amor de la estupidez del sexo hubiese sido la de ajustar de otro modo el reloj de nuestra cabeza y excitarnos viendo una golondrina. Se durmió con aquella dulce idea. Y en el umbral del sueño, en ese mágico territorio de imágenes confusas, de pronto se sintió seguro de haber descubierto la solución de todos los misterios, la llave del secreto, la nueva utopía, el paraíso: un mundo donde el hombre se excita al mirar a una golondrina y donde puede querer a Teresa sin verse interrumpido por la agresiva estupidez del sexo.

La insoportable levedad del ser. Milan Kundera

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