miércoles, 28 de septiembre de 2011

AL VOLANTE

Ayer me di mi primer paseo con el que ya es mi segundo coche, Quillito, después de mi adorado adorado Leoncito.

Lo cierto es que aún con el manojo de nervios que me aprieta en el estómago cada vez que me siento en un coche desconocido, al girar la llave del motor, sentí como volvía a mi la sensación de libertad, de despojo de ataduras y preocupaciones y me convertía en una persona más libre, independiente y poderosa. Todo ello acompañado de una sensación de niñez, euforia e ilusión pura que pocas veces se recupera cuando los años comienzan a acumularse.

Y justamente por eso, porque la vida siempre tiene algo que enseñarte –solo si tu quieres-, recordé que tus miedos, tus mayores miedos pueden acabar volviéndose tus aliados si tienes las agallas de enfrentarte a ellos y cantarle las cuarenta –como en el Guiñote-. Casi nunca son tan feroces como parecen. Porque al tomarlos de la mano, nos hacemos más livianos, más ligeros y siempre, siempre, flotamos más alto.

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