domingo, 21 de agosto de 2011

CON JOTA DE JOTA

Como siempre que vengo de pasar unos días en Huesca –especialmente en fiestas-, se me engancha un espíritu jotero -literalmente-en el cuerpo del que cuesta deshacerme. Creo que una de las sensaciones de más arraigo que tengo en el cuerpo es ese escalofrío atravesándome la espina dorsal cuando escucho el discurrir de una jota.

Aunque a priori, las jotas puedan parecer algo de otro tiempo, antiguo, aburrido, gastado..; encierran una gran poesía, una gran carga emocional, un desnudarse el alma cada uno con sus temas y los de su tiempo, que rara vez he vuelto a ver reproducido en cualquier otro cante.

Así, hace unos días, mientras gente de tres, incluso cuatro generaciones distintas se nos humedecían los ojos con el canto profundo y hermoso de un baturro de pura cepa, acaricié con todos los poros de mi piel la definición de arte, en las venas, en la sangre y en la atmósfera. La Jota de Aragón.

La música que arropaba misteriosamente todo cuanto hacíamos o decíamos. Fue entonces cuando intuí que todos nuestros movimientos, incluso los sentimientos, se producían mágicamente dentro de alguna sinfonía. Esa que luego, a retazos, reconocemos con los años, de donde brotan la añoranza o la memoria.

Ana María Matute. Paraíso inhabitado.

2 comentarios:

  1. Si se me han puesto los pelos como escarpias a mi que soy de Madriz. Gracias encanto.

    ResponderEliminar
  2. Sergio: Jeje. Me encanta. La próxima vez que nos veamos allá donde sea, nos cantamos una entre pecho y espalda.

    ResponderEliminar