jueves, 24 de marzo de 2011

DEL MONTÓN



(Podéis encontrar la letra y su traducción aquí)

Una de las cosas que siempre agradezco a esta vida es el hecho de ser físicamente del montón. De entrada pensareis: ¡Qué tontería! ¡Es mucho mejor ser guapísimo! –que no atractivo-. Pero si lo pensáis un momento, el hecho de ser de la media: ni feo ni guapo, ni gordo ni esquelético, ni alto ni bajo es algo completamente ventajoso. Desde luego, tampoco podemos hacer demasiado ya que el físico –como la nacionalidad o la familia- nos viene en el pack inicial de la vida.

Si destacas físicamente, eres mucho más susceptible de una atención a primera vista. Por supuesto, en muchos casos es beneficiosa, ya que puede provocar un una buena ración de ligoteo garantizado –si eres muy mono-, o algún favoritismo, que en la gran mayoría de los casos no vas a querer si tienes algo de valía personal. Todo esto, en el fondo, son atenciones de baja calidad. Pero además, esta atención se puede volver en tu contra, llegando a ser bastante perjudicial. El hecho de que la gente te recuerdo físicamente –a no ser que tengas aspiraciones de actriz o modelo- puede acarrearte más de un disgusto.

Además, existen los malditos prejuicios. Tendemos a pensar que las personas guapas son automáticamente tontas. Es injusto, desde luego. Pero seamos realistas, la injusticia existe en cada recoveco de este mundo. Conozco multitud de casos en que este tópico es absolutamente infundado –cuento con buenos amigos guapísimos a la par que brillantes-. Sin embargo, es cierto que si tus condiciones iniciales han sido de una belleza despampanante y quizá no te han ayudado a asimilarla, la opción más fácil es acostumbrarse a la mesa hecha, y volverse caprichoso, y por tanto, algo lerdos. Por otra parte, si has nacido en el otro extremo y no te han administrado una gran autoconfianza, corres un riesgo alto de volverte huraño, triste o iracundo. Eso ya nos lo contaba nuestro querido Benedetti.

En cambio, la gente físicamente del montón, al no tener ningún prejuicio en contra ni a favor, ha generado una capacidad auténticamente propia para desarrollar multitud de modos atractivos – que no bellos- en su lugar: intereses, simpatía, alegrías… Todo eso acompañado con un físico al que se puede sacar partido si lo deseas. Es como si tu carta de presentación fuera tu esencia, y no el envoltorio.

Todo esto hace que la afortunada raza de los del montón seamos la que la selección natural probablemente escogería para nuestra propia supervivencia.

Por supuesto, todo esto sólo son tendencias. No hay nada que una buena educación basada en amor, confianza y autoconfianza, no pueda superar. Por un mundo más atractivo y menos guapo.

Era una hermosa joven rubia, de ojos azules y piernas largas, muy bronceadas. En los anuncios de fruta siempre sacan chicas rubias. La clase de chicas guapas que, por más tiempo que las mires, en cuanto apartas los ojos de ellas, ya no te acuerdas de qué cara tenían. En el mundo existe este tipo de belleza. Que es como los pomelos: indistinta.

El fin del mundo y un despiadado país de las maravillas. Haruki Murakami

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