domingo, 9 de enero de 2011

SALTO MORTAL

Volvemos a aterrizar en el lejano oeste de nuevo, con energías renovadas, con montones de cafeína diluida en atracones de amigos, con aires nuevos, con montones de proyectos en este año que comienza presuroso. Feliz y fabuloso 2011.

Lo cierto es que los viajes tan largos de avión tienen un punto que me gusta. En ellos, te dan tiempo para recolocar experiencias y sonreírte, planear nuevas, hacer listados de propósitos en un plazo inmediato y lejano. Todo esto además de dormir, devorar las últimas adquisiciones novelísticas antes de que pisen el nuevo continente y ver un par de películas.

En éstas, mis últimas vacaciones navideñas –lo se, nunca digas nunca- con billete de ida y vuelta al otro extremo del mundo, me he cerciorado de un aspecto social con forma de gran abismo que separa mi país de acogida y mi tierra natal –hay muchísimos otros aspectos que el abismo es el opuesto, todo sea dicho-.

En el nuevo mundo las cosas siguen leyes predispuestas, la gente autóctona suele carecer de espontaneidad para saltárselas o improvisarlas al menos en lo que respecta a su vida personal y familiar, mientras que en la otra parte del Atlántico, la norma se tirará a la basura si tú crees que esa persona lo necesita –y te da la gana-. Sin ir más lejos, tres veces he visitado la seguridad social sin tener derecho ya, justificado con un burdo Pero cómo te vamos a dejar en la calle, corazón. Zanjado. Ante eso, te da un brinco el corazón y recuerdas que nadie debería imponer el derecho a vivir a nadie, que hay ciertas cosas que si no parecen lógicas se deben protestar –o al menos intentarlo-. Que muchas veces la pasión se riñe con la productividad, pero nos hace estar vivos.

Nacemos en una bodega de vejestorios. De palabras viejas. De oraciones hechas. De costumbres hechas. De formas de vivir ya vividas.

La mujer que buceó dentro del corazón del mundo. Sabina Berman

No hay comentarios:

Publicar un comentario