domingo, 13 de junio de 2010

POR SOLEÁ



Ayer mis pies tocaron el agua completamente congelada del Pacífico en la playa de San Francisco… ¡por primera vez este año! Hay que ver qué bien sienta ese toque de arena, sol y agua deslumbrante… El verano es una de las partes del año que saca lo más innato de la gente: las ganas de jugar, de tomar cosas fresquitas, de emplear el tiempo en algo no estrictamente productivo como mirar durante horas un punto lejano en el océano, saltar las olas, jugar a las cartas, guiar cometas en el cielo…

El verano es una estación mágica. Nos apetece estar fuera de nuestras casas y de nuestras penas, ser más ligeros, gritar, reír, cantar, recibir alegrías e incluso dar volteretas… Las cosas tienen otro color, son más blancas, más luminosas, más cegadoras… Las personas están más guapas, más bronceadas, más sonrientes, más etéreas… Las noches se tiñen de juventud satisfecha de ser joven que desparrama despreocupaciones por las terrazas –o veladores-.

Siempre me han parecido caprichosas según qué particiones creadas en un determinado momento histórico, tradicional o puramente azaroso que ha hecho que los humanos nos comportemos de un cierto modo. Por ejemplo, crear semanas de siete días. Podrían haber sido nueve o cinco o diecisiete. Crear doce meses en el año. La disposición de las teclas de un ordenador. Todas estas cosas hacen que hayamos adaptado nuestras vidas a eso. Cómo cuando cambiamos de pesetas al euro. Nos adaptamos a la nueva unidad. Perdimos las cosas que valían un duro. Sin embargo, las estaciones del año me parecen extremadamente bien elegidas.

Disfrutemos de este cuarto de año que ya ha comenzado definitivamente –¡superamos el 40 de mayo!.

2 comentarios:

  1. Sí niña, qué bien sienta llenarse de energía gracias al poder del solete¡¡¡¡
    A seguir disfrutando guapa¡¡¡¡
    Muaaaaaaaa

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  2. C. Dubitatus: Si... Vivan los Lorenzos, no hace falta ni que sean santos... ;)

    Besotísimos!

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