viernes, 2 de abril de 2010

MUDOS

Lhasa, ese espíritu libre, que nos cantó en castellano, inglés o francés. Esa voz profunda, arrancada y diferente que encandiló a gente tan diversa a lo ancho del mundo sin proponérselo. Ese alma tan circense esculpida a capella. Ese inclinarse hacia su público con los brazos abiertos como para abrazarlo. Esas canciones oníricas, llenas de pasión, de tristeza o de alegría …

Todo eso forma ya hoy un legado que nadie le podrá arrebatar jamás. Desde aquí, un pequeño homenaje al gran vacío que dejaste.




Quien más quien menos, todos llevamos una filatelia de las ausencias. Hay partidas, adioses de los que no volvieron ni volverán. Aun en las mejores y conquistadas alegrías, sobreviene de pronto un vacío y nos quedamos taciturnos, solos, tiernamente desolados. Por suerte cuando soñamos vuelven todos, los que todavía son y los que fueron. Y abrazamos fantasmas, almas en pena, y almas en gloria.

Mario Benedetti. Vivir adrede.

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