sábado, 26 de septiembre de 2009

MÁQUINA DEL TIEMPO



Ayer, en el concierto del increíble Wynton Marsalis y su Lincoln Center Jazz Orchestra, me invadió una vieja y conocida tristeza, íntimamente relacionada con aquella frase que me dejó atónita al leerla por primera vez en El Pintor de batallas de Arturo Pérez-Reverte - Mi nieta, sin embargo, llegó demasiado tarde a un mundo demasiado viejo-, ya que retrata a la perfección el modo en el que me he sentido tantas veces.

No se si a veces el mundo se siente así. En mi caso, desde siempre tuve la sensación que debería haber nacido unos veinte años atrás, cuando este jazz increíble estaba en su máximo apogeo, cuando no había ordenadores, cuando la gente pasaba las noches a la intemperie mirando por un telescopio en lugar de encerrarse en una habitación a darle a una tecla, cuando la gente tenía ideas y luchaba por ellas, cuando...

Pero a su vez, me asedió una profunda alegría al comprobar que aún así, se puede ignorar el calendario durante algunas horas, y disfrutar -atemporalmente- con los soberbios solos que únicamente los genios pueden ofrecer. Disfrutad.

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